Se jugó poco después de terminado el Nacional de Varadero, en el cual yo había brillado como novato.

Aquí le di continuidad a mi ritmo meteórico al registrar una actuación fuera de serie.

Fue mi primer Capablanca, de hecho, el primer torneo internacional de mi vida. Estuvo muy bien organizado, se jugó en Camagüey y fue bastante largo, un cerrado de 16 jugadores con muchos días libres. Por aquél entonces un Capablanca tenía muchísimo nivel, me refiero no solo a la participación internacional sino al presupuesto con que estaba dotado, buenos hoteles, excelente comida y atenciones exquisitas.

Desde muy temprano comencé a ganar y sumar puntos y mi ritmo fue imparable. Quedé segundo, distanciado cómodamente de los demás. Por delante de mí únicamente Raymond Keene quien se impuso con elegancia.

La victoria en un largo final contra Alberto Barreras en la sexta ronda fue un importante punto de inflexión y la victoria con negras frente a Vilela en la ronda 12 fue decisiva, en una partida muy difícil. Recuerdo que esa noche experimenté una sensación de felicidad absoluta.

A falta de dos rondas necesitaba dos tablas para hacer mi primera norma de Maestro Internacional y derroté de forma contundente a David Levy con lo que me sobró medio punto al entablar en la última frente a Tatai.