Amador - Andersson
Amador Rodríguez se enfrenta al GM sueco Ulf Andersson.

Dos normas de gran maestro en dos torneos consecutivos.

  • Amador Rodríguez
  • 06/08/2024
  • 0 Comentarios

El título de GM siempre ha sido lo máximo para un ajedrecista y por aquellos tiempos significaba mucho más, se asociaba a una garantía de por vida.

No me refiero a que sea un título vitalicio, que ciertamente lo es y no requiere renovación. La cuestión es que entrabas a un mundo diferente, a una posición de privilegio. En la década de los 70 había muy pocos grandes maestros en el mundo y ello se traducía en más invitaciones y mejores condiciones económicas en los torneos.

Después de completar el título de Maestro Internacional en el año 1975 se abrieron las puertas para luchar por el título de Gran Maestro, que pasó a ser la próxima meta en mi carrera.

Un año de entrenamiento

En 1976, la federación cubana me envió a dos importantes torneos internacionales. Fueron mis dos primeras apariciones en torneos individuales de gran categoría fuera de Cuba. El primero, en el mes de marzo, tuvo lugar en Ereván, Armenia y el segundo en Halle, Alemania del Este.

En ambos torneos aprendí mucho. Pensaba que era solo cuestión de jugar un buen ajedrez pero descubrí que existían componentes adicionales, de experiencia y psicología. Mi experiencia en el extranjero era casi nula, estaba muy aislado y apenas comía porque no me gustaba la comida rusa y en general, como una de las grandes dificultades de mi vida, mi paladar es muy limitado.

Y acostumbrado a ganar siempre, al recibir golpes en esos torneos, aprendí otra cosa muy importante. Nunca vale poner pretextos, cuando pierdes una partida tienes que asumir tu derrota y profundizar en tu juego. La realidad es que todavía no estaba al nivel de GM, tenía que entrenar más fuerte.

Amador Rodríguez en sus primeros años
Amador Rodríguez en sus primeros años de competición.

Más rápido de lo esperado.

En marzo de 1977, viajé al torneo de Varnjacka Banja en Yugoslavia. Debo confesar que desembarqué allí con unas pretensiones humildes pues, aunque iba mejorando mi ajedrez a pasos agigantados, no me imaginaba que podía tener una progresión tan alta como para ganar el torneo. Pensaba que un resultado superior al 50% sería excelente porque significaría que ya estaba a ese nivel y a partir de ahí seguir trabajando y mejorando.

Salí a ganar con un tremendo ímpetu desde el primer día. Mi actuación fue sensacional, gané el torneo por delante de Mark Taimanov y regresé con mi primera norma de GM.

Me apoyé en una tremenda combatividad, luchando cuerpo a cuerpo cada partida, arañando por cada casilla del tablero en búsqueda de cada punto.

El torneo terminó el 31 de marzo y el 18 de mayo estaba ya obteniendo mi primera victoria en la XIV edición del Capablanca en Cienfuegos. No sirvió de mucho porque al día siguiente perdí con Guillermito y en la ronda 13 caí ante Romanishin, pero con la misma combatividad del evento anterior logré ganar en total 9 partidas y obtener mi segunda y definitiva norma de GM.

Hacer dos normas de gran maestro en dos torneos consecutivos fue una sensación para la época y de hecho, me convertí en el GM más joven del mundo.

Una anécdota.

Termino relatando una anécdota curiosa cuando estaba a punto de lograr mi primera norma en Varnjacka Banja. Al llegar a la última ronda sólo necesitaba tablas y me correspondía jugar contra Radoslav Simic, un fuerte MI serbio del que se esperaba más pero estaba haciendo un mal torneo.

Me fui a dormir feliz, sin prepararme, había sido un torneo muy intenso y pensaba que ya la tarea estaba cumplida. La última partida se jugaría por la mañana y eso siempre alteraba la dinámica y creaba dificultades adicionales.

Amanece, bajo a desayunar y me siento en una de esas mesas que están designadas para los participantes y a poco observo que tenía enfrente a otros dos jugadores y me miraban con semblante serio, como que algo pasara. Un frío silencio hasta que finalmente uno me dice: "exactamente ahí donde estás sentado desayunó tu rival" y con tranquilidad le respondo “bueno, va entre los últimos y no le importará hacer tablas.”

Es cuando me informan que es todo lo contrario, que había dicho que no, que derrotarme sería su única oportunidad para salvar un poco su torneo porque yo aun perdiendo terminaría primero y su victoria tendría repercusión en la prensa.

Oír eso fue como recibir un jarro de agua fría. Me paralizó el desayuno, me sacó de mis planes, no me esperaba tener que jugar una partida larga y menos por la mañana para buscar una norma que ya daba por hecha.

De repente aparecía un elemento de tensión, riesgo, nervios y todas esas cosas juntas no suelen conducir a nada bueno.

A la hora indicada comenzó la partida y realizamos los primeros movimientos. Me juega rápidamente y al cabo de 11 jugadas caemos en una posición realmente complicada posicionalmente, inusual para entonces, que yo nunca había estudiado. Lo peor es que justo en ese momento yo tenía que elegir el rumbo a seguir, marcando el desarrollo futuro de la partida.

Él se levantó y transcurrieron 20 minutos y yo no veía nada claro, tenía la mente en blanco. Me calmé y traté de concentrarme, adaptarme a esta situación inesperada.

Continué pensando y pasaron otros 20 minutos y seguía sin ver un buen plan. De repente viene mi rival, se sienta y para mi sorpresa me ofrece tablas que acepté de inmediato.

Minutos después, me enteré de que mientras yo reflexionaba con cara atormentada y él se paseaba con rostro alegre, varios de sus compatriotas se le acercaron para decirle que no era correcto que jugara esa partida con el único interés de destruir mi norma, porque él también era maestro internacional y un buen día iba a tener que jugar por su propia norma de gran maestro.

Posteriormente, a lo largo de mi carrera realicé otras varias normas de GM y aunque es irrelevante, porque el título se obtiene una sola vez, fue siempre un placer adicional lograr un resultado de GM al ser equivalente a una gran actuación con una puntuación elevada.

Su opinión es bienvenida