Descubriendo el ajedrez
Descubrí el ajedrez en 1966, cuando se celebró en La Habana la XVII Olimpiada Mundial en la cual participaron los mejores grandes maestros de la época. La presencia de Bobby Fischer y el equipo de los Estados Unidos disparó la relevancia de este evento y las partidas se retransmitían diariamente por la radio.
En mi entorno familiar, el ajedrez no pintaba nada y el béisbol ocupaba la máxima prioridad. Mi padre me llevaba a practicar cada tarde, guante en mano y en la noche escuchábamos los partidos. A fecha de hoy, la afición por el béisbol sigue siendo una parte importante de mi vida.
Mi infancia transcurría en San Germán, un pueblo pequeño y encantador de la parte oriental de Cuba, de apenas 20.000 habitantes, separado a unos 800 km de La Habana. Tenía un parque grande con el césped bien recortado, una iglesia, una gigantesca fábrica de ázucar, los colegios y eso era todo.
El ajedrez se presentó como algo diferente, de interiores, de estudio, de meditación.
Mi tío averiguó que existía una revista de de ajedrez, les escribió y me enviaron dos libros que fueron un tesoro.
Hablamos de las mejores partidas de Alexander Alekhine y la práctica de mi sistema de Aaron Nimzowitch. Con ellos di mis primeros pasos en el ajedrez, en aquél pueblo pequeño, en que apenas un puñado de personas conocía las reglas del juego.
Después le siguieron los artículos del Gran Maestro yugoslavo Svetozar Gligoric en la revista Jaque Mate. Su sección la partida del mes explicaba sus partidas y hacía énfasis en las aperturas Ruy López y la India de Rey, las cuales conformaron mi repertorio primario.
Más adelante llegué a comprender que la India de Rey no es una apertura recomendable para las negras y arrancar mi carrera con ella me costó mucho tiempo y muchas derrotas. El Ruy López es otra historia, es una apertura tan importante, que si no la estudias a fondo, probablemente no llegarás a ninguna parte.
Las primeras partidas.
Llegó el momento de plasmar sobre el tablero mis incipientes conocimientos. En un período inicial no documentado, sobre el cual guardo sin embargo nítidos recuerdos, jugué mis primeras partidas en San Germán y de alguna manera llamé la atención de Robert Fleitas, el Comisionado Provincial, una magnífica persona y un buen amigo, quien gestionó mi ingreso en la EIDE de Santiago de Cuba.
EIDE se traduce en Escuela de Iniciación Deportiva Escolar. Un tipo de escuela, muy especial, de acceso restringido, que existe en Cuba. Es un centro en que solo se puede matricular por designación directa. En el estudian y entrenan los talentos de todos los deportes.
Entrar alli, a la edad de 14 años, marcó una nueva etapa, la primera en que inicié un aprendizaje organizado.
Realmente era muy divertido estudiar en la EIDE. De mañanas, cuando tocaba el colegio, como uno más, compartía las clases de español y matemáticas con los talentos de natación, que venían de entrenar desde las 6am. En mi aula estaban también las futuras estrellas de tenis de mesa y otros varios deportes. Quieras o no, te contagiabas de entusiasmo y ganas de aprender y salir adelante.
Una nueva vida, rodeado de ajedrecistas.
En las tardes entrenaba rodeado de los mejores talentos y tuve a mis primeros profesores, Manuel de Jesús Barreras y Ángel Cotado. También estuvo Batista y Arturo Freyre. Excelentes personas todos, se encargaban de nuestra formación y siempre los recordé.
A mi corta edad, resultaron unos años muy provechosos pues aprendí a estudiar con formalidad. Existía una rutina de entrenamiento que a mi me sentó muy bien.
Lo que me era imposible adivinar, es que ese placer no lo iba a volver a experimentar en el resto de mi vida. Nunca volví a tener profesores, ni logré tener un entrenador como tal, tan solo ayudas puntuales durante torneos específicos de algunos de mis compañeros de profesión, como Jesús Rodríguez, Héctor Leyva y Reinaldo Vera, con quienes me unían lazos de amistad.
Estando matriculado en la EIDE de Santiago de Cuba se presentó la gran oportunidad de asistir al Nacional Juvenil en Santa Clara que fue mi primer gran éxito fuera de mi provincia de origen.
En 1974 registré una gran actuación en mi primera participación en el Campeonato Nacional Absoluto en Varadero y a partir de entonces todo fue una vorágine de éxitos.
En ese mismo año viajé al exterior por primera vez, a la Olimpiada Mundial en Niza y comenzó al camino hacia la titulación internacional. A ello me refiero en los dos siguientes artículos.
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